No seré yo quien te advierta de esta locura, no seré yo porque
probablemente sea la menos indicada, ahora bien, puedo aconsejarte.
Verás, no existe tiempo capaz de curar las heridas que causa la pérdida
de algo tan grande, de verdad. No existe, porque el tiempo transcurre y
en una milésima de segundo, cuando menos te lo esperas y cuando ya
creías estar bien del todo, vuelves a caer.
Como si de un precipicio se
tratase, caes al vacío y no puedes volver a subir, no puedes por el
simple hecho de estar tan atada a él. Y entonces ocurre, te das cuenta
de que no lo habías olvidado, porque lo comparas sin querer, porque lo
piensas a cada instante y, sin darte cuenta, te tratas de acordar de
aquella canción, de aquel momento o de aquella sonrisa que tanta fuerza
te daba para afrontar un nuevo día. Y sí, entonces ya volverás a estar
perdida, volverás a sentirte débil, decaída, sin ganas y sin fuerzas, y
aunque muy a tu pesar y en contra de tus principios, te vuelves a
preguntar que fue lo que pudo pasar, ¿cómo pudo romperse algo así? Fue
mi culpa, piensas sin parar. Quizás si, quizás fue tu culpa por haber
carecido de valor. Pero escuchame, no te culpes más. No trates de
recuperar lo que un día se fue, no trates de recuperar algo que ya no te
pertenece, dejalo ser libre, deja que corra, que vuele, que recorra
caminos, senderos, océanos... déjale ser y seguir sin tí. Porque tú
también podrás ser sin él, aunque ahora mismo no lo pienses. Y recuerda;
las cosas que se van, que se pierden sin más entre un millón de
lágrimas, son las cosas que a la larga recordaremos con un millón de
sonrisas.
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