martes, 9 de julio de 2013

Certero, cercano y oscuro



Los gritos de la conversación trascienden los muros de la pequeña habitación, temas superficiales, palabras ingenuas que acompañan mis primeros pasos fuera de la casa. Ecos lejanos retumban en la calle oscura. Parece una de esas noches en las que las risas se escuchan como una aparente burla, no de mi, pero a mis espaldas en la inmensa comedia a la que no he sido invitado. Noches en que las personas tienen apariencia de actores de reparto en el gigante escenario de las calles, repitiendo rutinas poco ensayadas, mal improvisadas.
Las situaciones se suceden una tras otra y hasta las confusiones parecen discretamente preparadas, milímetro a milímetro, sin sobresaltos inesperados que despierten sospechas. Una noche en que la soledad se encuentra en esquinas con paellas y en rincones con copas de vino, mientras la angustia me guía y acompaña a la guarida que conoce como refugio. Ahí, bajo el oscuro manto celestial, rodeado de edificios de cartón que semejan utilería y mientras camino y camino me siento quizás el único ciudadano del mundo.
Suspiraré al llegar, al repetir las palabras —certero, cercano, oscuro— sabiendo que quizás después de todo es solo una noche más, una como siempre, igual que ayer e igual que mañana. Sólo que mis ojos, esta vez, no son los mismos.

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