jueves, 4 de julio de 2013

Cristalina

Siempre he odiado los cuentos de sirenas, me preguntaba como era posible que nunca hubiéramos encontrado una. Odiaba sus cuentos, pero estaba obsesionada, siempre me habían hablado de ellas, y realmente llegué a creer que existían. Si así era, me imaginaba que vivían bajo tierra, en un mar pequeño que nadie conocía, incluso las imaginé viviendo en otro planeta.

Después de ver una y otra vez todas las películas de sirenas que encontraba, empecé a interesarme por la mitología, leí muchos libros sobre ellas, lo sabia todo, y cada vez las odiaba más, hasta ese verano, el verano en el que estuve en Tenerife.
El hotel estaba a primera fila del mar, se podía ver todo, hasta un trocito de mar mucho más oscuro del resto, era un trocito muy pequeño, nadie se bañaba ahí y hasta pude comprobar que los barcos evitaban pasar por encima. No me gusta nadar, nunca me ha gustado, pero quería descubrir que ocurría. Bajé a la playa, me metí en le agua y empecé a nadar en línea recta. No me asustaba perderme, ni que hubieran tiburones, ni ahogarme. Cuando ya llevaba un rato nadando, miré atrás, la gente me miraba y me señalaba, no quería que mis padres me vieran, así que sumergí la cabeza y empecé a bucear. Tuve que abrir los ojos para no desviarme, me picaban, pero al cabo de un rato me acostumbré. Nadé mucho, ya casi no me quedaba aire. Subí a reponerme, y allí estaba, la mancha negra. Ví a un barco, iba directo a la mancha, pero antes de llegar giró para rodearla. El barco venía hacia mí, era un catamarán. Cogí aire y baje hacia abajo. Bajé mucho, el agua cada vez estaba más fría, no me quedaba aire en los pulmones. Cuando logré subir con la poca fuerza que me quedaba, el agua me movió un poco hacia el lado debido a la corriente que había causado el barco al pasar. Nadé hasta llegar a la mancha, cuando llegué, ví que desde arriba se veía negro porque no había fondo, y si lo había, era muy profundo. Me coloqué encima de la mancha, justo en medio, y el agua empezó a absorberme hacia dentro. Empezaba a perder el conocimiento por falta de aire, pero en el último momento, logré salir de esa extraña fuerza. Flotando fuera de peligro, empecé a ver, lo que a mi me parecían visiones. Vi luciérnagas, pero ¿luciérnagas en el agua? ¿Con manos y escamas? Note sus manitas en mi piel, y después de eso me desmayé.
Cuando desperté tenía una bombona de aire enganchada a mi boca y una de esas extrañas luciérnagas me miraba desconcertada.
- ¿Qué haces aquí? ¿Eres una humana? ¿Como puede ser que sigas viva? ¿Sabes lo que soy, te asusto? – me preguntó.
La verdad es que si estaba un poco asustada, parecía una sirena, pero era distinta a las de las películas. Llevaba una mecha rosa en el pelo, una camiseta morada de tirantes y encima un jersey negro de lana. También llevaba pendientes, y pulseras, un collar con una perlita y la cola le brillaba con mucha fuerza.
- Perdón, te estoy atiborrando de preguntas, es que nunca había visto una humana, había leído sobre vosotras, pero… no creí que existierais, en fin, que lo se todo sobre vosotras. – Paró para tragar saliva – En las escuela creen que todos los barcos que pasan por aquí encima son simples objetos de la prehistoria, poca gente cree en los humanos, se dice que son seres legendarios, como los dinosaurios, pero otra gente cree que desaparecieron con ellos en el meteorito que lo cambió todo.
Sacó de su mochila una crema que se introdujo en la mano, y después me fregó por las piernas y la cabeza. De repente me transformé en sirena, la cola me brillaba, podía respirar sin la bombona y tenía la sensación de estar volando. La piel se me alisó, ya que la tenia muy arrugada de haberme pasado tanto tiempo en el agua, la sensación de cansancio desapareció y podía hablar sin tragar agua.
- Soy Lucia, y lo siento, pero me tengo que ir…
- ¡Pero si acabas de llegar!
- Lo se, pero tengo una sensación de malestar que no es normal en mi.
- Tranquila, hablemos un rato.
Estuvimos hablando mucho rato, se llamaba Cristalina, era huérfana, el agujero se tragó sin querer a sus padres, y no tenía amigas.
- Y lo de el agujero? - pregunté
- Tiene una fuerza extraña que absorbe los intrusos.
Yo me empezaba a preocupar, mis padres debían estar buscándome, así que me dispuse a irme.
- ¡Espera! Llévame contigo, por favor… eres la primera amiga que he tenido en seis años.
Acepté, hizo varias maletas, me transformó y nos fuimos. Durante los días de vacaciones la tuve en una pequeña pecera, con sus maletas flotando entre las aguas, pero al llegar a casa compré una gran pecera, le coloque una casita de muñecas, y allí vivió durante mucho tiempo. Había ciudades de sirenas por todo el mundo, así que en cuanto ella quisiera comprarse algo, solo tenía que llevarla al mar, dejarla unos días, y ella volvería. Eso estuvimos haciendo durante cinco años, pero un día, no volvió, en vez de ella vino un pez con una carta escrita con letra pequeña, que tuve que leer con lupa, el cual ponía;
“Lucia, he conocido a un tritón, es fantástico. Me acompañó en el viaje y nos enamoramos. Me ha pedido que me case con él y estamos dispuestos a tener muchos hijos. Lo siento, pero quiero que sepas que siempre te llevaré en el corazón y que nunca jamás te olvidaré. Te quiere, Cristalina”.
Me alegré por ella, guardé su carta en una cajita que ella usaba como armario, y siempre tuve su pecera en mi cuarto, allí, delante de mi cama.

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