Era la tarde del 9 de diciembre, había pasado un año ya desde la muerte
de Juan, padre de Estefanía, ella lo recordaba observando su retrato
mientras algunas lágrimas recorrían sus mejillas, era muy profunda la
pena por su padre, no tanto por su muerte, sino por cómo ocurrió la
misma…
Juan, según siempre lo recordó Estefanía, fue un hombre serio, amargado,
quejumbroso, y siempre tuvo una vida muy ajetreada, llena de estrés
constante que lo cargaba consigo días tras día, mitigada levemente con
un cigarrillo y un café, indispuesto totalmente a hacer caso de las
advertencias de los médicos que le recomendaban reiteradamente que tenía
que mejorar su estilo de vida, que su corazón sufría de gran peligro,
Juan era hipertenso, el tamaño de su corazón crecía mucho y su condición
era muy delicada… Pero en la vida de Juan, cada día eran nuevas las
preocupaciones, constantes los ajetreos, y su corazón crecía, cigarrillo
tras cigarrillo y su corazón palpitaba cada vez más fuerte, su ira se
desaforaba, una constante lucha contra el reloj y su corazón no paraba
de retumbar en su tórax, sus días consumiéndose sin freno, día tras día,
hasta que su corazón no resistió más y su vida de esfumó tras el humo
de un cigarrillo y una taza de café…
Estefanía se levantó a mirar a través de la ventana el cielo gris de esa fría tarde, y pensó en Juan.
- En verdad mi padre sí tuvo un corazón muy grande, era tan grande
porque estaba lleno de amor, pero tanto amor que nunca lo entregó, y es
que el amor de uno no es de uno hasta que se brinda a otros, su corazón
albergaba tanto amor pero se distrajo con sus preocupaciones, su
corazón ardía en su pecho desesperado por compartir todo ese cúmulo de
intensidad emotiva contenida, necesitaba brindarlo al mundo, porque la
naturaleza humana es la de amar, mi padre necesitaba amar y su corazón
deseando con la mayor ansiedad salir, resonando cada vez más fuerte en
su pecho como implorando que lo deje irradiar toda esa llama contenida
que le quemaba lentamente, pero mi padre distraído no lo escuchó, lo
ignoró, y lo agredía una y otra vez con un cigarrillo intentando
acallarlo y su condición empeoraba, su ira emanaba y su vida
consumiéndose irremediablemente… Pero si tan solo hubiera escuchado las
súplicas incesantes de su corazón, él aún estaría aquí conmigo
brindándome todo ese amor que guardaba dentro…
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