jueves, 1 de agosto de 2013

Un corazón demasiado grande

Era la tarde del 9 de diciembre, había pasado un año ya desde la muerte de Juan, padre de Estefanía, ella lo recordaba observando su retrato mientras algunas lágrimas recorrían sus mejillas, era muy profunda la pena por su padre, no tanto por su muerte, sino por cómo ocurrió la misma…

Juan, según siempre lo recordó Estefanía, fue un hombre serio, amargado, quejumbroso, y siempre tuvo una vida muy ajetreada, llena de estrés constante que lo cargaba consigo días tras día, mitigada levemente con un cigarrillo y un café, indispuesto totalmente a hacer caso de las advertencias de los médicos que le recomendaban reiteradamente que tenía que mejorar su estilo de vida, que su corazón sufría de gran peligro, Juan era hipertenso, el tamaño de su corazón crecía mucho y su condición era muy delicada… Pero en la vida de Juan, cada día eran nuevas las preocupaciones, constantes los ajetreos, y su corazón crecía, cigarrillo tras cigarrillo y su corazón palpitaba cada vez más fuerte, su ira se desaforaba, una constante lucha contra el reloj y su corazón no paraba de retumbar en su tórax, sus días consumiéndose sin freno, día tras día, hasta que su corazón no resistió más y su vida de esfumó tras el humo de un cigarrillo y una taza de café…

Estefanía se levantó a mirar a través de la ventana el cielo gris de esa fría tarde, y pensó en Juan.

- En verdad mi padre sí tuvo un corazón muy grande, era tan grande porque estaba lleno de amor, pero tanto amor que nunca lo entregó, y es que el amor de uno no es de uno hasta que se brinda a otros, su corazón albergaba tanto amor pero se distrajo con sus preocupaciones, su corazón ardía en su pecho desesperado por compartir todo ese cúmulo de intensidad emotiva contenida, necesitaba brindarlo al mundo, porque la naturaleza humana es la de amar, mi padre necesitaba amar y su corazón deseando con la mayor ansiedad salir, resonando cada vez más fuerte en su pecho como implorando que lo deje irradiar toda esa llama contenida que le quemaba lentamente, pero mi padre distraído no lo escuchó, lo ignoró, y lo agredía una y otra vez con un cigarrillo intentando acallarlo y su condición empeoraba, su ira emanaba y su vida consumiéndose irremediablemente… Pero si tan solo hubiera escuchado las súplicas incesantes de su corazón, él aún estaría aquí conmigo brindándome todo ese amor que guardaba dentro…

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